Pues sí, el pasado domingo pudimos disfrutar de la que hasta ahora ha sido la mejor gala de entrega de premios de la academia de cine español, los Goya, vamos, que tampoco es mucho decir, las entregas de premios en general y esta en particular pecan de progres, trasnochadas, largas y algo cursis, pero los méritos, cuando aparecen, hay que reconocerlos. Para empezar, la ausencia de publicidad dinamizó (es un decir, dos horas y media de show) la gala, Buenafuente estuvo muy Billy Cristal, me gustó eso de que estuvieran los estrellones del cine español, todos juntitos y más cerca del escenario, y la interacción con las estrellas ayudó a quitar nerviosismo y trascendencia ombliguista al evento. Obviando ese número musical resumen de las cuatro candidatas al máximo galardón, entre lo valiente y lo ridículo, el resto de la ceremonia fue minimalista en fondo y forma (ese escenario-diana de colores cambiantes...no apareció Corbacho, que siempre es de agradecer). En cuanto a los premios en sí, destacable fue el Goya de Guille (que elegante siempre este hombre y que sabio, hasta cuando está atacado de los nervios), que Amenábar solo se llevara los técnicos (para mi un batacazo que define a la perfección el cine que actualmente práctica...que bien hecho está pero que poco me emociona...), que Celda 211 arrasara está muy bien y que se valore su originalidad (que la tiene, aunque solo sea por estos lares tan encorsetados) también. Por ultimo, me quedo con ese Andreu tiroteado cantando Penélope y deseandole a nuestra actriz más internacional que se casara con un hombre bueno...ay no, que ya lo está...
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