Olivier Messiaen estrenó en 1941 su obra Cuarteto para el fin del tiempo ante una audiencia de prisioneros y vigilantes. No, no fue de visita a la cárcel, el también era uno de los 5000 prisioneros de guerra que estaban recluidos en Silesia. En cuanto supo de la presencia de tres compañeros músicos en los barracones (chelo, clarinete y flauta), se animó a componer esta pieza (con piano imaginario al principio, ya que no disponía de él mientras creaba la partitura) cargada de religiosidad, inspirada en el apocalipsis (ángeles, siete trompetas, pájaros, Dios) y que por supuesto, aunque buscara metáforas intelectuales y bíblicas para maquillar la realidad, aquí de lo que se estaba hablando era del fin del hombre, de lo absurdo de la guerra, de lo terrible que podía llegar a ser el sufrimiento humano, de su propia experiencia, de su propio dolor. Las partes más emocionales de la obra son la quinta y la octava, donde el chelo y la flauta lloran desconsoladas de tristeza, el resto, se nos muestra más descriptivo, dibujandonos el paisaje del fin del mundo... océanos abiertos, pájaros anunciadores... Minimalista y free por momentos. Sesudo y con alma al mismo tiempo. Político y personal. Contemporáneo.
lunes, 8 de febrero de 2010
El ángel y las siete trompetas
Olivier Messiaen estrenó en 1941 su obra Cuarteto para el fin del tiempo ante una audiencia de prisioneros y vigilantes. No, no fue de visita a la cárcel, el también era uno de los 5000 prisioneros de guerra que estaban recluidos en Silesia. En cuanto supo de la presencia de tres compañeros músicos en los barracones (chelo, clarinete y flauta), se animó a componer esta pieza (con piano imaginario al principio, ya que no disponía de él mientras creaba la partitura) cargada de religiosidad, inspirada en el apocalipsis (ángeles, siete trompetas, pájaros, Dios) y que por supuesto, aunque buscara metáforas intelectuales y bíblicas para maquillar la realidad, aquí de lo que se estaba hablando era del fin del hombre, de lo absurdo de la guerra, de lo terrible que podía llegar a ser el sufrimiento humano, de su propia experiencia, de su propio dolor. Las partes más emocionales de la obra son la quinta y la octava, donde el chelo y la flauta lloran desconsoladas de tristeza, el resto, se nos muestra más descriptivo, dibujandonos el paisaje del fin del mundo... océanos abiertos, pájaros anunciadores... Minimalista y free por momentos. Sesudo y con alma al mismo tiempo. Político y personal. Contemporáneo.
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