miércoles, 23 de junio de 2010

El Cosmos

Hacía tiempo que uno no disfrutaba tanto de un disco como para escucharlo varias veces seguidas, y es que en esta época en la que no damos a basto con los gigas y gigas de música que se nos acumulan en el ordenador, se agradecen los discos tan elaborados como este. Esta rara floris de las ensoñaciones y de los beats torcidos como es el loto volador ha conseguido marcarse una ópera espacial en clave de jazz, en cuya escucha viajaremos a su personal universo, un lugar mágico en el que de todo puede pasar y pasará. El cabrón nos lo ha vuelto a poner difícil a los plumillas, ya que es este otro trabajo de esos que hace totalmente imposible una correcta elección y combinación de adjetivos que se adecuen a su música. Adentrémonos pues en materia. Su primer disco, 1983, buscaba las raíces aeronáuticas del hip-hop a base de beats destartalados recién sacados de la era Dilla. Deconstruidos, si, pero no en exceso, o al menos no al nivel de este Cosmogramma. El segundo, L.A, exploró la ciénaga angelina a base de beats tan sudoros y pesados como Florentino Fernández después de una maratón, aunque con un toque ensoñador, fumeta y orgánico que daba la sensación de estar perdido en un pantano de Luisiana. Dos discazos como estos complicaban cuantiosamente al Loto en lo que sorprender al personal con tanta animosidad y alevosía -por tercera vez- se refiere. Por si fuera poco, la listilla de Mary Anne Hobbs iba poniendo énfasis en recordarnos sus privilegios lotusianos al tener acceso a una escucha prematura del disco, del cual advertía que cambiaría totalmente la faz de la música para siempre jamás. Uno desde luego recelaba de semejante afirmación, ya que por mucho Flying que fuera, las cosas últimamente se estaban poniendo muy serias gracias a la nueva hornada de discos, véase el Drift de Nosaj Thing, el Long Live The Plan de Illum Sphere o lo último de Gonja Sufi, por citar los primeros que se me vienen a la cabeza. Digamos que al Loto le empezaban a crecer los enanos, si bien estos son a menudo apadrinados por el mismo en Brainfeeder, all-stars de beatmakers donde los haya. El disco empieza acelerado para lo que suelen ser sus largos, digamos que hasta la sexta canción, podríamos haber dudado que el Loto estaba de speed y ayahuasca a partes iguales. Pues bien, esta velocidad debe de ser la síntesis de estos años en los que Flyin' ha cruzado varias veces el mundo de gira y ha mamado y experimentado con la música urban inglesa como prueban sus trabajos para sellos tan british como Hyperdub, Ramp o Tectonic. A estas alturas es imposible negar la filiación de los americanos para con el dubstep, y aquí podremos comprobarlo, ya es que los guiños a las síncopas, a la rítmicas en 2x2 proveniente del Uk garage y los frecuentes guiños al d'n'b sustentan buena parte del disco y el tempo medio ha sido doblado para ajustarse a los 80-90 bpms habituales del hip-hop -de ahí la velocidad-. Pero no nos detengamos ahí. El todo se erige en un collage de detalles de las más diversas influencias que el Loto emplea para ampliar su paleta sónica hasta enriquecerla más que el uranio. El disco pica de muchos lados, pero si olfateamos el alma del disco, se podría decir que ha vuelto a casa, al salón en el que de pequeño escuchaba las divagaciones musicales de su familia, que no son una familia corriente, sino los Coltrane (los Adría o los Arzak del jazz, pa entendernos). Efectivamente, este Cosmogramma supura tradición jazz por todos lados, desde la manía deconstructoria y los bellos solos de saxo de su tío John ejecutados por su primo Ravi (German Haircut, Arkestry), pasando por el afro-futurismo milenario de Sun Ra o el onirismo étnico de su tita Alice. Para envolver el conjunto, que mejor que un manto viajero a lo space age exotica de los años 40 y 50, que está evidenciado en los temas en los que un harpa flotante de ínfulas debussianas tiene más peso, como en Intro: A Cosmic Drama, Recoiled o Galaxy In Janaki. De hecho, si alguna cosa cabría destacar del disco es la incomensurable labor de Rebekah Raff, cuya harpa actúa como elemento reconocible en muchos de los temas, elevándote unos metros del suelo a lo largo de todo el disco y imprimiéndole a todo el hilo narrativo un aire clásico y entrañable como las grandes películas de Disney. La amalgama de sonoridades clásicas ha sido delicadamente envuelta en un embalaje más moderno y actual, como son las texturas sintéticas ochobitescas propias del grime, tratamientos vocales (las fluctuaciones en el pitch), y beats con más luxaciones que el hombro de Martin Riggs en Arma Letal. Una ópera negra en la nuestro hombre manda a Dilla al espacio para que vuele de la mano de los Coltrane y Sun-Ra en un patinete inglesoide y sobre las letanías flotantes que recuerdan a las composiciones de Harry Revel o Leslie Baxter. Si bien el alma del disco es jazzera, no creáis que este es un disco onanista, sino que es viajero pero se permite guiños al humor. Estos acaban de ser histriónicos, sino que inducen a la fantasía y a la ensoñación evocando en quién lo escucha sensaciones de alegría, jovialidad y excitación. Digamos que L.A era más serio y profundo debido a la nube de humo que lo rodeaba, pese a que aún queden restos de la fumada en la sangre de temas como Zodiac S**T. Pero al contrario, la fundición de sintes histriones y macarras, beats cabezones y muestreos de jazz clásico o sonidos orquestales de películas de los años 40 o 50, nos recuerda por momentos el cachondeo victoriano de Deadalus, como evidencian Clock Catcher, Computer Face: Pure Being o Do The Astral Plane. Pero no es a Daedalus el único guiño, ya que es escuchar el bajo bien redondo de Pickled, el guiño al d n' b de MmmHmm y algunas voces graves que parecen sacadas de una cajita de música, donde estableceremos una clara relación con las marcianadas post-jazzeras del Hard Normal Daddy de Squarepusher, -aunque sin estar tan zumbado-. Otras aportaciones destacables serían los vibratos y trémolos del bajo de Thundercat de Sa-Ra en MmmHmmm; o la voz marciana de Tom Yorke de Radiohead -si, el mismo- en la oscura y nostálgica …And The World Laughs With You. Si bien hay varias colaboraciones, estas son meras acompañantes en la nave sónica comadada por el Loto. Como curiosidad, deseo poner en evidencia el homenaje que el joven Steven le hace a la improvisación percusiva de corte afro-futurista de Sun-Ra que se revuelca con el brutal solo de saxo en clave hard-bop del A Love Supreme de su tito Trane en Arkestry. En la bella Table Tennis, volveremos a encontrarnos con la voz sedosa de la mujer del propio Deadalus después de aquél turbador Infinitum que cerraba el anterior L.A. En este track, Laura Darlington canta sobre un beat oriental y flotante montado sobre el sampe de unas pelotas de ping-pong rebotando, las cuales no queremos imaginar de donde han salido lanzadas, por respeto a su marido. Fuera coñas, ahora toca recapitular: scats masculinos, bossa lounge marciana, pasajes saturnianos de corte experimental y ruidista à la Ras-G, harpas e ínfulas debussianas, melodías ochobitescas dignas de Starkey, afro-futurismo latente, wonky-house daedalusiano, impros jazzeras, muestreo incesable, instantes de sitares hindúes, síncopas, voces bjorkianas, jazz deconstruido y recompuesto, fina arquitectura de beats. Pffff... El Loto se las sabe todas, así que no seguiré intentando describir lo indescriptible. Para cerrar el cd -que no el vinilo-, nos encontraremos con un bonus track de algo que parece rock sucio y áspero que suena como si a los Silver Apples o los Portishead de Third les hubiese dado por colarse en el disco de cualquier manera. Para remachar la faena, Warp, tu disquera amiga te envuelve el doble Lp en una carátula psicodélica y añaden un par de deliciosas fundas individuales transparentes que llevan impresas unos jeroglíficos que combinan la egiptología con la ciencia ficción como ya hicieron Sun-Ra, Ras-G y Afrika Bambaataa. Hace unos meses uno divagaba sobre el futuro de la música negra y como los Fly Lo, Dâm Funk o Ghettozoid etc. tendrían mucho que decir. Pues bien, en este Cosmogramma, nuestro Loto desfigura a la par que actualiza el jazz, le aporta un novedoso enfoque al wonky, y de paso difumina infinidad de influencias en un puzzle de sonidos único, reconocible e irrepetible. Su tío actualizó el jazz allá por los años cincuenta y sesenta, y hoy de la mano de Steven Ellison, este se va de viaje al siglo XXIII teniendo como único medio de transporte los pétalos del loto volador. Así que señores, pónganse las zapatillas de andar por casa, enciendan una buena pipa, acomódense en su sillón de orejas, coloquen el vinilo en el tocadisco y disfruten de esta gigantesca aventura sonora. Cuando acaben el viaje, probablemente sientan ganas de aplaudir al enésimo genio de la dinastía Coltrane, el que reinará durante el siglo XXI.


Flying Lotus - Cosmogramma (Warp)

http://www.clubbingspain.com/sonorama.php?id=2046

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