miércoles, 25 de noviembre de 2009

Crueldades tamaño mini


Que bien eso de leer de una tacada un par de cuentos. Que bien eso de las lecturas mínimas en extensión y tamaño. Y que bien eso de que por fin nuestro querido Antonio Luque (Sr. Chinarro) se haya decidido a publicar una historia en formato libro. No hacía falta, la verdad, no pasaba nada si no lo hubiera hecho, no creo en la jerarquía de las artes que dictamina que una novela de 700 páginas tiene que ser a la fuerza más enriquecedora que una canción de un par de minutos y un puñado de estrofas. El ya era un gran escritor de canciones. Posiblemente el mejor en lengua castellana de los últimos 20 años. Así que nos moríamos de curiosidad por ver que era capaz de hacer con la libertad que da el word infinito (obviemos lo cursi de el folio en blanco), sin limites de espacio. Tras dejarnos con el caramelo en la boca que supuso su cuento incluido en la recopilación Matar en Barcelona, aparece en Alpha Mini este Socorrismo. Y lo que ha hecho son dos cuentos con muchísimo sentido del humor, con finales terribles y con una utilización del castellano que bebe tanto del costumbrismo como de la escritura automática. Crítica social sin caer en lo maniqueo, mostrando la desesperación y frustración humana entre descojone y descojone. Nunca me gustó Eduardo Mendoza porque no terminaba de meter la estocada, Luque se lleva las dos orejas y el rabo. La mina nos ofrece el fresco de un pueblecito minero en plena república, con sus miserias sociales y sus complejos pueblerinos, con momentos de acción trepidante dignos de Mortadelo. Y sí este relato era bueno, más me ha gustado el cuento titular, una historia de amor imposible entre un Augusto Valenciano (de España) experto en engranajes y una Augusta Valenciana (de Venezuela) sirena sin pretenderlo y experta en vivir de los hombres. Nunca fue tan patético un paseo en Yate. A esperas de una novela con todas las de la ley a cargo de nuestro hombre, buenas son estas tortas en pequeñas píldoras que nos hacen replantearnos que mal escribimos y que poco originales somos con nuestros argumentos y cuanto desaprovechamos la infinita riqueza del castellano. Sí eso no es lo que debe darnos un escritor hoy en día que baje la Virgen de Guadalupe y lo vea.

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